Volcán Lanín

Ascensión Volcán Lanı́n (3776 m.s.n.m.)

Este es un clásico de la zona norte de la Patagonia, alcanzar la cumbre del Lanín es una experiencia inolvidable.
En todo el Parque Nacional Lanín, la belleza tiene nombre de lagos, valles y montañas, que pueden observarse en forma panorámica desde los refugios ubicados en el medio del macizo del Volcán, o desde su cumbre, que tiene 3.776 metros de altura sobre el nivel del mar. Allí, girando sobre el propio eje, se admiran los volcanes Llaima, Villarrica, Quetrupillán, Osorno, el cerro Tronador, y los lagos Tromen, Quillén, Huechulafquen y Paimún. El volcán Lanín, cuyo nombre en vocablo mapuche significa “Roca Muerta” se encuentra ubicado en el sudoeste de la provincia del Neuquén. El ascenso se realiza sobre la ruta normal por la cara Norte del Volcán, la cual no implica grandes complicaciones técnicas

ITINERARIO

Te recibiremos en la ciudad de Junín de los Andes, luego de hospedarnos chequearemos el equipo y daremos una breve charla
donde se explicarán algunos puntos a tener en cuenta durante la ascensión. Al día siguiente comenzaremos temprano, después de desayunar, partiremos hacia la seccional Rio Turbio de Guarda parques, aquí haremos los trámites correspondientes y emprenderemos la primer jornada.

Luego de transitar por un sendero ubicado en medio de un increíble bosque de Lengas y de flores de Amancay, se llega a la base del volcán Lanín, desde donde se comenzará a realizar el ascenso por la conocida “Espina de pescado” durante unas 4 o 5 horas.
Después de un tiempo de intensa subida se arribará a uno de los dos refugios en donde se pasará la noche y se reparará el cuerpo para el tramo final a realizarse a primeras horas de la mañana, en caso de no haber lugar en estos refugios utilizaremos carpas de Alta montaña. Aquí nos acomodaremos y nos cambiaremos la ropa húmeda por indumentaria seca, mientras nuestros guías preparan una deliciosa picada con productos típicos de la región. Luego una rica cena y a descansar.
El refugio del Club Andino de Junín de los Andes (C.A.J.A.) se encuentra ubicado a 2600 metros y tiene capacidad para alojar a 14 personas. El otro refugio es el del Regimiento de Infantería de Montaña a 2450 metros de altura y es apto para alojar a unos 20 aventureros. Allí se encuentra un libro en donde, preparándose para concretar el anhelo de hacer cumbre, podrán leerse las anécdotas, percepciones y experiencias de aquellos que ya cumplieron la meta.


Se debe pasar la noche en el refugio para poder comenzar temprano, algo indispensable para contar con las horas de luz suficientes para subir y bajar. Al alba, las imágenes son deslumbrantes y el espíritu se renueva.
La nieve aún se halla dura, lo que facilita el uso de grampones. A partir de allí, lo más duro de la ascensión: 6 o 7 horas de trekking de montaña con los grampones sujetos a las botas y las piquetas en las manos. El desafío se hace propio.

Partiendo del refugio, tomaremos por el planchón de nieve que hay más arriba para evitar las incruzables grietas que se encuentran sobre el sector izquierdo. Es conveniente ascender por el sector derecho durante dos horas de marcha de acuerdo a las señales.
Una vez que finaliza la canaleta hay que realizar un desvío de 50 metros hacia la derecha, para evitar una formación rocosa de 3 metros de altura. Desde ese punto, en verano es factible caminar por las rocas sin grampones. La prueba más difícil es cuando se arriba a la precumbre, desde donde se divisa la última media hora de la excursión, el momento más exigente. En la precumbre hay nieve. Ante la vista del caminante se erigen torres de hielo que inducen a transitar los últimos metros por la depresión a la izquierda. Al llegar a la cumbre la vista es incomparable y la sensación indescriptible: uno se encuentra a 3776 metros de altura con vista de 360°.

Almorzaremos y regresaremos al refugio, donde recogeremos nuestras pertenencias, para encarar el descenso a la base del volcán, este se hace en unas 6 horas, paso a paso, registrando en la retina las imágenes más bellas que ofrece la región.

El comentario de aquellos que pisaron las nieves eternas del Lanín es unánime y contundente: una experiencia inolvidable.